Muy pocas veces en las películas sobre cárceles aparecen bebidas, como mucho las de contrabando. En
Cadena perpetua (The Shawshank Redemption), de
Frank Darabont, dos de los momentos más importantes de esta película de culto, basada en un relato de
Stephen King, están regados con alcohol.
Tim Robbins (Andy) sospecha que su mujer le está siendo infiel. Para armarse de valor, dentro del coche y con la pistola en la mano, bebe varios tragos de
un bourbon de Kentucky llamado Rosewood, en esas botellas típicas de los años 40, que es cuando está ambientada la película. Su idea es matarla, a ella y a su amante, pero finalmente se acobarda. Sin embargo, la pareja aparece asesinada y todas las pruebas apuntan a que el asesinato lo ha cometido él. Aunque no es cierto, ingresa en prisión, donde se desarrolla toda la historia de este inocente entre rejas.
Otro momento importante, ya dentro de la cárcel, lo protagonizan
varias botellas de cerveza Pilsner. Otros reclusos amigos de Andy ayudan a alicatar el tejado a pleno sol. Andy, que era asesor, habla con un guardia con problemas financieros para ayudarle, aunque éste no se lo toma muy bien y casi le tira por el tejado. Cuando el guardia ve que Andy sabe de lo que habla, acepta su consejo. Andy le pide a cambio unas cervezas para sus compañeros. Dicho y hecho. Morgan Freeman (Red) va tomándole cariño y nos cuenta en voz en off cómo consiguió esas cervezas simplemente por el hecho de que eran amigos, no para ganarse su confianza y sacarle provecho. "Con estas cervezas parece que estuviéramos alicatando nuestro tejado".
Las cervezas como un símbolo de libertad.
Más: cuando a Andy le llevan el poster de Rita Hayworth que coloca en la pared de su celda, va también una
botella de
whisky de contrabando. En otra ocasión, Red asegura poder conseguir una botella de
coñac para un preso cuyo hijo ha acabado el colegio.
